El ex presidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva está convencido de que la solución a la crisis económica mundial radica en la lucha contra la pobreza a escala mundial y que « necesitamos más decisiones políticas en vez de decisiones puramente económicas ».
Creo que la construcción de la Unión Europea no es solo un legado europeo, sino parte del patrimonio mundial. Es una institución política que inspira a los países a trabajar unidos y a aumentar la cooperación e integración en sus regiones. Sirvió de inspiración para América del Sur, con la creación del Mercosur y de la Unión de Naciones Suramericanas, y, para África, con la creación de la Unión Africana y las comunidades económicas regionales que ahora participan en el desarrollo del continente. Se trata de un logro sorprendente que los países que han estado en guerra durante siglos iniciasen una colaboración pacífica para resolver sus diferencias a través del diálogo y la política, y no por la fuerza de las armas.
Europa ha llegado muy lejos
Quizás resulte complicado percibirlo en este momento, sobre todo desde dentro de una Europa que sufre de desempleo y de la pérdida de derechos laborales tras años de crisis económica, iniciada con la caída de Lehman Brothers en 2008. Principalmente para una generación que tuvo la suerte de crecer en una sociedad desarrollada y no tuvo que sufrir el dolor de una guerra. Pero, al igual que resulta recomendable retroceder unos pasos para apreciar la magnitud de un gigantesco monumento, ciertos logros son solo claramente visibles cuando se observan desde la distancia y con una perspectiva del tiempo más amplia.
Los derechos sociales y el nivel de vida del que disfrutan los europeos sigue siendo un objetivo lejano para las poblaciones de la mayoría de países del mundo. El estado de bienestar social es un gran logro, resultado de la lucha de generaciones y generaciones de trabajadores. Nosotros, en América Latina, seguimos luchando por conseguir parte de lo que ustedes, en Europa, deben luchar por proteger frente a iniciativas oportunistas de reducción de derechos que surgieron con la crisis económica.
La clase trabajadora, la clase media y los inmigrantes no pueden considerarse los responsables de la crisis provocada por la irresponsabilidad del sistema financiero. Los bancos estaban demasiado endeudados y realizaban enormes inversiones especulativas, en vez de inversiones responsables y productivas. No podemos permitir que los segmentos más vulnerables de nuestro sistema, como los inmigrantes, los jubilados, los trabajadores y los países del sur de Europa, paguen las facturas de la codicia de unos pocos.
Los brutales ajustes impuestos en la mayoría de países europeos – que justamente ha venido en llamarse “austericidio” – han retrasado la resolución de la crisis sin motivo alguno. El continente necesitará un crecimiento sólido para recuperar las dramáticas pérdidas de los últimos seis años. Parece que algunos países de la región están emergiendo de la recesión, pero la recuperación será mucho más lenta y mucho más dolorosa si continúan las actuales políticas contraccionistas. Más que imponer sacrificios a la población europea, estas políticas son perjudiciales incluso para aquellas economías que consiguieron resistir de una forma creativa a la crisis del 2008, como los Estados Unidos, los BRICS y una gran parte de los países en desarrollo.
Necesitamos una nueva utopía
Para superar esta crisis, necesitábamos en 2008 y seguimos necesitando actualmente más decisiones políticas en vez de decisiones puramente económicas. Resulta esencial entender y explicar a la gente los orígenes de la crisis actual. La política, aún analógica en un mundo digital, debe renovarse para establecer un diálogo con la sociedad a fin de identificar los problemas y crear nuevas soluciones. Las decisiones políticas no se pueden sencillamente encomendar a otros ni trasladar a comisiones técnicas, organismos multilaterales o a burócratas de tercer o cuarto nivel. El papel de los líderes y partidos políticos no se puede reemplazar en una democracia. Si las fuerzas progresistas no son capaces de presentar nuevas ideas y representar a los trabajadores y a los jóvenes, ofreciendo avances y esperanza, veremos, lamentablemente, un incremento de las voces que promueven el miedo, la intolerancia y la xenofobia.
En marzo, tuve la oportunidad de conversar en Roma con el Primer Ministro italiano, Matteo Renzi. Su coraje y destreza al intentar resolver los antiguos impases en la sociedad italiana fueron recompensados por la población con una intensa votación a favor del Partido Democrático. Se trata de una demostración clara de que el escepticismo se puede superar con la política.
Necesitamos crear un nuevo horizonte histórico. No una nueva teoría, sino una nueva utopía capaz de motivar a la población y servir de horizonte a las fuerzas progresistas de Europa.
Replanteamiento de nuestra estructura social
El mundo ha cambiado en los últimos 30 años. Pero, en vez de rebajar el nivel de los derechos de los trabajadores europeos frente a la competencia de trabajadores procedentes de países emergentes, lo que hace falta es aumentar su nivel de vida a niveles similares a los de los europeos. Necesitamos una visión más amplia y más generosa de Europa, afrontando el hecho de que es posible alcanzar el objetivo de un mundo sin pobreza.
Hace 30 años, cuando la mayor parte de América del Sur vivía tiempos oscuros con dictadores repartidos por todo el continente, la solidaridad y el apoyo de la Unión Europea y los partidos progresistas fueron de gran ayuda para el fortalecimiento de las fuerzas de la izquierda y para lograr el regreso a la democracia en nuestra región.
Actualmente, tras grandes esfuerzos populares y políticos, nuestro continente es una región pacífica y democrática y, en la última década, ha registrado avances considerables en el desarrollo económico y en la lucha contra la pobreza. En América del Sur, fue la inclusión de los niveles más pobres de la sociedad lo que ayudó a impulsar la economía, aumentando los ingresos y el consumo, y creando mercados internos sólidos, que permitieron una agenda progresista con la mejora de los derechos sociales y laborales.
En Brasil, las cifras que mejor reflejan el éxito de esta estrategia de inversión en los pobres son los más de 20 millones de puestos de trabajo creados en el sector formal en los últimos 11 años, los 36 millones de personas que salieron de la extrema pobreza y los 42 millones que pasaron a formar la clase media.
Ver a los pobres como una solución
Estoy convencido de que la solución a la crisis económica mundial radica en la lucha contra la pobreza a escala mundial. El gasto social no debería considerarse sencillamente como un gasto, sino como una inversión en las personas. Tenemos que dejar de ver a los pobres del mundo como un problema y empezar a verlos como una solución, tanto en el ámbito nacional como a mayor escala en todo el mundo.
Las inversiones en programas sociales, producción agrícola y financiación de infraestructuras en países en desarrollo, sobre todo en África, pueden crear nuevos puestos de trabajo y un nuevo mercado de consumo. A pesar de la crisis económica mundial, el PIB africano experimentó un crecimiento constante a un ritmo del 5% y 6%, lo que dejó espacio para la demanda de bienes y servicios más sofisticados producidos en los países ricos y contribuyó a una recuperación sostenible de las economías de Europa y del resto del mundo.
La Europa que consiguió renacer tras la devastación de las guerras de la primera mitad del siglo XX es un prueba de que es posible mejorar el nivel de vida de la población a través de la política y la democracia.
En América del Sur, una generación de líderes como Dilma Rousseff, Cristina Kirchner, Michelle Bachelet, Pepe Mujica, Rafael Correa y Evo Morales, entre otros, consiguió alcanzar el poder por la vía democrática y promover enormes avances sociales y políticos en sus países, frente a todo tipo de oposición conservadora e incluso reaccionaria.
La contribución de las fuerzas políticas progresistas es esencial para nuestros continentes. Así pues, hace falta un diálogo político más directo y vínculos más estrechos entre la izquierda sudamericana y europea. Es importante no solo para nuestras regiones, sino para el mundo entero.
Luiz Inácio Lula da Silva fue el 35º Presidente de Brasil (2003 a 2011) y miembro fundador y ex presidente del Partido dos Trabalhadores (Partido de los Trabajadores).
El texto original en inglés de esta tribuna del expresidente brasileño Lula fue publicado en la revista de opinión pública europea Queries y traducida al francés y al español para Mediapart. El trimestrial Queries es editado por la FEPS, el think tank de los social-demócratas a nivel europeo.