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                    Cédric Lépine : ¿Cuándo y por cuáles temas te sugería la idea de hacer de tu historia intima familia una introspectiva fílmica en un largometraje?
Maricarmen Merino Mora : Cuando comencé a estudiar cine, siempre me imaginé contando historias de ficción. Sin embargo, la muerte de mi padre marcó un antes y un después en mi vida. El dolor fue tan profundo, y las preguntas y emociones que me atravesaban eran tan intensas, que sentí la necesidad de volcar esa experiencia real en mi trabajo. En lugar de inventar mundos imaginarios, elegí transformar mi propia realidad en materia prima creativa. Así fue como me acerqué por primera vez al lenguaje del documental.
Durante años registré el proceso íntimo y familiar de nuestro duelo, y de ese registro nació mi primer largometraje, ¿Dónde estás?. Después de esa película, me alejé un tiempo de la cámara. Volví a ella el día que supe que estaba embarazada. No tenía claro qué surgiría de ese registro, pero intuía que estaba por comenzar una transformación profunda que necesitaba acompañar con la cámara, aunque no supiera exactamente hacia dónde me llevaría.
Así, durante más de cinco años, filmé mi experiencia de ser madre, pareja, hija, mujer... El acto de filmar se convirtió en una especie de diario íntimo, un espacio donde explorar y dar sentido a los cambios que atravesaba.
C. L. : ¿Cuál es la importancia del material filmado y cómo se escribió la película en la etapa de la edición?
M. M. M. : Creo que el material filmado es una huella de lo vivido; lo siento como una materia viva desde la cual pude construir una versión de mi vida —y de mí misma— en el presente. Sé que con ese mismo material podría contar otra historia, explorar otros personajes, plantear otras preguntas o seguir otras derivas. Matryoshka es la versión más honesta de mí en el momento en que la edité. Y creo que ahí radica tanto la dificultad como la belleza del material documental: en su potencia abierta, en todas las posibilidades que contiene.
Tengo cientos de horas registradas: momentos de felicidad, desdicha, romance, llanto, conflicto, juego, aburrimiento. Y siento que lo más bello del montaje en una película como esta es entregarse a la misteriosa sincronía que a veces ocurre entre ciertas imágenes y una voz, entre ausencias y accidentes, presencias y fantasmas. Es ahí donde surge el sentido, donde se va tejiendo una historia. No como una estructura cerrada o perfecta, sino como una obra viva, que articula verdades profundas y poderosas, pero también frágiles, agrietadas y efímeras.
Pero supongo que así es un poco todo en la vida, ¿no?
C. L. : ¿Cómo escribiste el guión: fue antes o también durante el rodaje?
M. M. M. : No hubo un guión previo ni durante el rodaje. Lo que sí hubo fueron premisas, horizontes, preguntas que orientaban tanto la mirada como la búsqueda. Si entendemos el guión como una guía, entonces podría decir que sí existió una, pero fue una guía en movimiento, que se fue construyendo de manera sincrónica con el rodaje, es decir, con la vida misma a medida que transcurría.
Hubo también un proceso importante de escritura, no para anticipar lo que iba a suceder, sino para tratar de comprender lo que estaba viviendo y lo que estaba filmando. Creo que en procesos de rodaje tan largos, como fue este, no hay un guión cerrado en el sentido clásico, sino más bien un diálogo constante entre lo que se filma y las preguntas que van surgiendo. Es ese intercambio lo que va definiendo hacia dónde mirar y cómo hacerlo.
C. L. : ¿Fue una evidencia desde el inicio la presencia y el papel de tu mamá en la película?
M. M. M. : Mi mamá fue una figura central desde el comienzo del proyecto, aunque mi manera de mirarla fue cambiando con el tiempo. La imagen de las matryoshkas me acompañó desde el origen de esta película, porque sabía que si en el centro de mi búsqueda estaba el hecho de estarme convirtiendo en madre, entonces mirar hacia mi propia madre era algo inevitable.
Intenté acercarme a ella desde distintos ángulos, tratando de comprenderla en toda su complejidad: como mujer, como pareja de mi papá, como figura política. Pero con el tiempo entendí que el lugar más honesto desde el cual podía mirarla —y desde el cual podía narrarla— era simplemente como mi mamá.
 
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                    C. L. : Estabas viviendo durante la película un doble nacimiento: estar madre y también directora por tu largometraje: ¿cómo ves las relaciones entre los dos en el mismo tiempo que tu papel con tu mamá y tu pareja con tu esposo que hace parte del crew, cambia?
M. M. M. : No sé cómo se dice en francés, pero en español al acto de parir también se le llama “dar a luz”, el “alumbramiento”. Y siento que, a lo largo de esta película, viví varios alumbramientos. Hacer una película tan íntima siempre lo es: doloroso y, al mismo tiempo, lleno de vida.
Matryoshka me confrontó con algo que parecía, por momentos, imposible. Es de esas obras que son quizás más ambiciosas de lo que una está en condiciones de realizar en un momento dado, pero cuyo intento es ineludible. A veces, simplemente atreverse a hacerlas ya es suficiente. Así me siento con esta película.
Quería hablar de todo: de convertirme en madre, de mi vínculo con mi mamá, de mi relación de pareja, de los duelos suspendidos, de la política, del patriarcado… del amor, de la vida y de la muerte. Dentro de esta película habitan muchas otras. Con los discos duros llenos de material podrían haberse hecho muchas versiones distintas, quizás mejores o peores, pero esta es la que yo necesitaba hacer para mi vida y mi proceso.
Hacerla transformó mi vínculo con mi mamá y con mi expareja. También fue el primer espacio donde pude empezar a preguntarme y observar cómo quiero vincularme con mi hijo. A veces me pregunto qué fue lo que le dio forma a qué: si mis vínculos moldearon la película, o si fue la película la que alumbró una nueva forma de relacionarme con ellos.
C. L. : ¿Ves la continuidad entre la responsabilidad política de tu madre en sus discursos por el respecto de los derechos de las mujeres y tú como directora que genere reflexiones profundas sobre el hecho de estar madre en la sociedad tica actual?
Siento que, así como el lenguaje de la política ha sido la forma en que mi mamá le ha dado sentido a sus preguntas, ilusiones y batallas, para mí ese lenguaje ha sido el cine. Creo que, en el fondo, ambas hablamos de cosas muy similares, pero lo hacemos desde escalas distintas.
Yo necesito articularlo en primera persona; es desde mi experiencia íntima que me proyecto hacia otras mujeres y hacia lo colectivo. En cambio, mi mamá lo hace a la inversa: parte de las luchas sociales y políticas más amplias, y luego introyecta esas ideas y discursos en su propia vida.
C. L. : ¿Puedes hablar para ti la fuerza del cine que encontraste haciendo Matryoshka para cuestionar tus propias problemáticas y así exponerte para mejor entenderte?
M. M. M. : Siento que hacer una película tan íntima siempre es un ejercicio lleno de contradicciones. Por un lado, te brinda un espacio para comprender tu propia vida e imaginar nuevas posibilidades. Pero, al mismo tiempo, al ser una obra cinematográfica, te obliga a condensar en 90 minutos una narrativa sobre vos misma que siempre se siente más pequeña y pobre que la vida misma.
Como hablábamos del alumbramiento, siento que esta película me ha dolido mucho, pero también me ha traído mucha vida y transformaciones. Quizás es una paradoja de cualquier creación artística, no lo sé, ese gesto de querer retener el flujo de la vida con una cámara, de intentar inmortalizar momentos e instantes, sabiendo siempre que en el fondo es imposible, que la vida siempre se nos escapa y que lo que quedan son huellas, fragmentos, pedacitos agrietados…
No podría ni querría haber hecho otra película sobre estos últimos años de mi vida. Pero, claro, siempre me gustaría que la película fuera más, que cupiera más, que el lente se ensanchara para ver más y que la pantalla se expandiera para abarcar todo lo que inevitablemente quedó afuera.
Sí, claramente tengo dificultad para soltar cenizas en general y para aceptar los límites. Quizás por eso siempre nos quedamos con ganas de hacer una película más… una donde quepa aún más vida, aún más amor, más preguntas, más verdades…
C. L. : ¿Cómo fue el proceso para producir este documental independiente?
M. M. M. : Este documental lo realizamos con un equipo muy pequeño. Desde el inicio tuvo un carácter profundamente íntimo: la filmación estuvo a cargo únicamente de Daniel —el padre de mi hijo y cofotógrafo de la película— y de mí. Desde México conté con el acompañamiento de dos grandes productoras, Karla Bukantz y Paulina Villegas, así como de Rocío Ortiz, una editora joven, generosa y muy sensible que se unió al proyecto y lo enriqueció profundamente.
Gracias a este equipo logramos obtener distintos apoyos y fondos, tanto en Costa Rica como a nivel internacional, entre ellos los de Chicken & Egg (EE.UU.) y el Bertha Fund del IDFA (Países Bajos). También participamos en varios talleres de escritura y montaje que fueron fundamentales para el proceso, como DocMontevideo y las Residencias Walden, coordinadas por mi gran maestra Marta Andreu, que nos acompañó a lo largo de todas las etapas del camino.
Más adelante se sumó la compañía productora rumana Defilm, lo que convirtió a Matryoshka en una coproducción entre Costa Rica, México y Rumanía. Fue en Rumanía donde realizamos todo el proceso de postproducción.
C. L. : ¿Podemos ver en tu mirada muy íntima un reflejo también de la sociedad tica actual?
M. M. M. : Creo que la película está atravesada por contradicciones que son extrapolables a las que vivimos como sociedad, especialmente en relación con la distancia que existe entre los discursos políticos feministas —con todo lo que proclaman y defienden— y lo que ocurre realmente en la vida íntima de las mujeres.
Es evidente que nuestro país, como muchos otros, atraviesa una ola regresiva de conservadurismo y violencia patriarcal. Y eso tiene un impacto profundo en todas las dimensiones de nuestras vidas: desde las más visibles y públicas hasta las más íntimas y silenciosas.
Hacer esta película me permitió enfrentarme a muchas de esas tensiones. Aunque me identifico plenamente con el feminismo, el proceso me hizo reconocer en mí misma la persistencia de fantasmas, mandatos antiguos y estructuras patriarcales que siguen atravesando las maneras de ser mujer y de ejercer la maternidad.
 
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                    Matryoshka
de Maricarmen Merino Mora
Documental
80 minutos. Costa Rica, Rumania, México, 2025. 
Color 
Idioma original: español 
Con la participación de Patricia Mora Castellanos, Maricarmen Merino Mora, Daniel Castro Zimbrón, Nicolás Castro Merino, Alejandra Merino Mora, José Merino Del Río 
Guión  : Maricarmen Merino Mora
Dirección de fotografía : Daniel Castro Zimbrón, Maricarmen Merino Mora
Edición  : Rocío Ortiz Aguilar
Sound designer : Marius Leftãrache 
Música original : Cristina Negoiță, Marius Leftărache 
Producción : Maricarmen Merino Mora, Radu Stancu, Cristina Haneș, Paulina Villegas, Karla Bukantz
Producción asociada : Hernán Jiménez García
Empresas de producción : Espiral Producciones, deFilm, Puchunka Cine
 
                 
             
            