A fines de 1812 el venezolano Simón Bolívar llegó a Cartagena, en el Caribe colombiano. Las tropas españolas aun no habían sido expulsadas, después de dos años de haberse proclamado la independencia, pero había empezado la primera guerra civil entre los clanes de la aristocracia criolla. Afortunadamente, las tropas dirigidas por Bolívar se pusieron por encima de los intereses de casta y expulsaron a los españoles, dando así la independencia a Colombia en agosto de 1819.
Después de haber dado la independencia a Bolivia, Perú y Ecuador, el libertador regresó a Bogotá. Su sueño era la unidad, por ello su ambición era crear una gran Patria con esas naciones, más Venezuela y Colombia. Pero los que estaban al frente del poder en Bogotá pensaban lo contrario. Por ello realizaron varios atentados contra su vida. El principal tuvo lugar el 25 de septiembre de 1828. Su gran amor y coronela de sus tropas, la ecuatoriana Manuelita Saenz, le salvó la vida. Al día siguiente, cuando la noticia del atentado circuló, el pueblo salió a las calles aclamando a Bolívar y reclamando la muerte de los responsables del atentado.
En especial de Francisco de Paula Santander, el principal instigador. Un tribunal los condenó. Algunos fueron fusilados y otros encarcelados. Santander fue condenado a muerte, pero Bolívar conmutó su pena por el exilio.
Con la muerte de Bolívar, Santader, que muy poco había combatido por la libertad de Colombia, regresó cubierto de honores. Se le devolvieron sus títulos y hasta se le nombró presidente. Entonces empezó a destruir los sueños de unidad latinoamericana de Bolívar.
“Mi generosidad lo defiende”, había declarado Bolívar cuando Santander iba al paredón por traidor.
Generoso. Como Bolívar, extremadamente generoso con los enemigos, fue Hugo Chávez Frías, otro venezolano. No he conocido otro.
Y como a Bolívar, la mayoría de atentados contra su vida y la revolución bolivariana, que concibió y lideró, fueron preparados en el país vecino, Colombia. Con sus particularidades, la historia casi se repitió unos 200 años después.
Chávez trabajó como pocos por la paz en Colombia. Ustedes ni se imaginan. Desde Bogotá le decían que facilitara el acercamiento y las conversaciones entre las partes enfrentadas, entonces él se ocupaba de la llegada de las dirigencias de la guerrilla a Venezuela. Luego le estallaba el escándalo de que él las protegía y financiaba. A veces Chávez se ponía furioso. Y con razón. Pero unos instantes después volvía a creer que se podía detener la guerra civil en el país hermano que tanto amaba.
Al presidente Chávez Bogotá, y otras capitales que se decían “amigas”, le entregaron teléfonos y otros artefactos de comunicación para que él los hiciera llegar a la dirigencia guerrillera, con el pretexto de “tener contactos directos”. Eso sí, generoso era, pero tonto no. Ahí iban camuflados medios de localización para bombardear a los mandos de las FARC que los tuvieran. ¿Se imaginan ustedes? Y puedo decir que esto fue un "detallito" para lo que trataron de hacer e involucrarlo.
Las calumnias y traiciones nunca se detuvieron. Pero él insistía e insistía. “Calvo, hay que confiar en que la oligarquía colombiana un día entienda lo urgente de la paz”, me dijo una vez cuando las tensiones con Bogotá eran extremas.
Mientras esto sucedía, él volvía ciudadanos a miles y miles de colombianos indocumentados, emigrados por cuestiones económicas o por la guerra civil. Al fin podían caminar, divertirse, trabajar sin miedos, enviar sus hijos a la escuela y con la posibilidad de reclamar sus derechos y hasta sus salarios.
En contrapartida le enviaron unos centenares de paramilitares a los campos y ciudades. Unos para atentar contra su vida. Otros para entrenar a contrarrevolucionarios.
¿Quién no recuerda a Ingrid Betancourt? Chávez se la jugó toda para lograr que las FARC la entregaran. Y esta guerrilla se la iba a entregar a Chávez. Esa es la verdad. Pero, ¡cuántas trampas de los enemigos de la paz! ¡Cuántas jugadas sucias le hicieron a él!
Recuerdo al entonces Ministro de Relaciones Exteriores, hoy presidente Nicolás Maduro, insistiendo para que se le hiciera llegar con prontitud unos medicamentos porque ya dizque moría Betancourt. Y ella, allá, en su cautiverio, sana. Mientras todos los medios de prensa presionando, inventando estupideces para poner a las gentes en contra de Chávez. ¡Qué no hacían Bogotá y Washington para que todo le saliera mal a Chávez!
Ah, si ustedes supieran todo las cochinadas preparadas por Bogotá y Washington contra Chávez y la Revolución Bolivariana atrás de este “caso” Ingrid. Algún día se tendrán que contar (1)
Y Chávez insistiendo por Ingrid, y Chávez insistiendo por la paz en Colombia. Chávez insistiendo con esa fe, con esa tenacidad. Jugándosela toda, incluida su seguridad y hasta la de su país. Porque ¡cuántas trampas le pusieron para que armara una guerra entre las naciones hermanas, y Estados Unidos llegara para aprovechar!
Salió Ingrid libre durante un operativo montado y comprado a traidores de las FARC. Y debieron pasar seis meses, hasta el 8 de diciembre 2008 para que ella se dignara ir a Caracas a agradecerle a Chávez y al pueblo venezolano. Fue cuando ya se había cansado de fiestas y la gran prensa empezara a descubrir la farsa que era como persona y política.
Parece que su madre nunca le contó lo que dijo en Caracas el 12 de abril 2008, a donde yo le había pedido que viajara. Yolanda Pulecio dijo, textualmente, en presencia del presidente Chávez y casi un centenar de personas que asistíamos al Encuentro de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad, y muchos medios de prensa:
« Señor Presidente, para mí pues es un gran honor que usted me oiga aquí [...] y aprovechar esta oportunidad para agradecerle desde el fondo de mi alma todo lo que usted ha hecho por todos los secuestrados y lo que ha hecho por mi hija.
“Entonces yo ya no sé qué más hacer [...] yo me siento en primer lugar confiada en todo lo que usted hace, y me siento mucho más segura aquí que en Colombia..." (2)
Pero Chávez siempre volvía a creer que se podía empezar. Volvía a perdonar las traiciones, y los planes para asesinarlo y desestabilizar su proyecto bolivariano. Planes concebidos por los herederos de Santander. Daba la espalda feliz porque creía que ahora sí aparecía una lucecita para la paz en Colombia. Pero el cuchillo de los vecinos traidores, guiados por los pérfidos del Norte, se levantaba presto a clavarse. En ese hombre, humano como pocos.
Aún así Chávez insistía, como la gota que cae sobre la roca; como la hormiguita que abre camino.
En septiembre 2012 se iniciaron conversaciones entre el gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC en La Habana. Bogotá como que entendió que la paz es una urgencia para los colombianos y la región. Chávez no fue el único responsable de que ello se lograra, pero insistió e insistió, y entregó todo lo que su país, su Revolución Bolivariana, podía aportar. Y así lo siguió haciendo el presidente Maduro. ¡Y qué decir de Cuba!
Las FARC firmaron su rendición y el fin de su guerra contra el gobierno de Colombia el 26 de septiembre 2016, en Cartagena. Y hasta el día de hoy no ha viajado una delegación de la dirección de esa antigua guerrilla que tuviera con fin único el agradecer a la dirigencia de la Revolución Bolivariana y a su pueblo por todo lo que hicieron y arriesgaron por la paz en Colombia.
Más desagradecidos no han podido existir.
Mientras el gobierno colombiano, cada día, cada hora, se ha dedicado destabilizar a la Revolución Bolivariana, incluído la tentativa de asesinato al presidente Maduro y otros dirigentes.
Así pagan los hijos de Santander.
Uno de ellos, el presidente Santos, asesino y criminal comprobado cuando fuera ministro de Defensa, ganaría el Premio Nobel de la Paz. El día que lo recibió ni siquiera mencionó a Chávez o Maduro o Fidel o Raúl Castro y sin ellos ese acuerdo de paz con las FARC nunca hubiera sido.
Los presidentes Raúl Castro y Nicolás Maduro han sido tan políticamente correctos, dignos, caballeros, que no han contado todas las triquiñuelas y golpes bajos que existieron durante ese proceso de negociación. Espero que algún día no lejano se cuente.
Chávez mencionaba a Jesucristo constantemente. Se encomendaba a él como a Marx. Yo acomodo una de las frases de Cristo cuando estaba en la Cruz, y que quizás Chávez repitió en aquellos momentos de traiciones y calumnias: “perdónalos, aunque sí saben lo que hacen”.
Notas:
1) Ingrid B y el peligroso fraude. https://www.telesurtv.net/opinion/Ingrid-B-y-el-peligroso-fraude----20190701-0022.html
2) Ingrid Betancourt: ¿«ingratitud» e intereses de Estado? https://rebelion.org/ingrid-betancourt-ingratitud-e-intereses-de-estado/