Cuando hablan las urnas se acaba el griterío de la desinformación, los rumores y los pronósticos. Y las urnas han dicho mayoritariamente que España elige fuerzas progresistas para dirigir este cambio de época complejo y cargado de incertidumbres. El gran derrotado es el Partido Popular (PP) de Pablo Casado, pero también el bloque de la foto de Colón, superado en votos y en escaños por una mayoría que apuesta por la moderación, el diálogo y el entendimiento y no por la polarización encendida o por la porra del 155 como solución a la crisis constitucional abierta desde Cataluña. La victoria de Sánchez es indiscutible. Desde el balcón de Ferraz celebró anoche el grito del « no pasarán » coreado por la militancia socialista.

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1.- El trío de Colón ha fracasado. La España del siglo XXI confirma por una clara mayoría en las urnas que no acepta un paso atrás. Es cierto que tampoco podemos presumir ya de formar parte de esa « excepción ibérica » que sorprendía en el resto de Europa, donde el nacionalpopulismo ya irrumpió hace muchos años. Aquí el monstruo dormía dentro del PP, y ahora ya tiene rostro y voz propia en el Parlamento, pero no en la proporción que, sobre todo en la última fase de campaña, hizo temer. El daño ya está hecho. Ya se ha contaminado la conversación pública, y esa extrema derecha que aquí incluye el particular ingrediente del postfranquismo está para quedarse. Pero no para condicionar el Gobierno.
2.- El segundo y enorme fracaso con nombre y apellidos es el de Pablo Casado. Se entregó « sin complejos » al abrazo de Vox para gobernar en Andalucía, y se desplazó a la extrema derecha confiando en retener la fuga hacia Vox. Lo hizo con tanta contundencia y desparpajo que trasladó el mensaje de que en realidad sus posiciones y pensamientos no sólo eran idénticos a los de Abascal en lo referido a Cataluña, sino también contra el feminismo, contra la igualdad o contra la dignidad de las víctimas del franquismo. Ha cosechado el peor resultado de la historia del PP, y en cualquier democracia homologable quedaría descontada su inmediata dimisión.
3.- La victoria del PSOE de Pedro Sánchez es clara y contundente. No sólo porque recupera una parte importante del voto perdido desde 2008, sino sobre todo porque las urnas le otorgan la garantía de continuar gobernando, sea con el apoyo de las fuerzas que respaldaron su moción de censura, bien abriendo la posibilidad de un acuerdo con Ciudadanos que hoy por hoy se antoja imposible o bien incluso intentando provisionalmente gobernar en solitario con apoyos puntuales hasta que se despeje el calendario electoral pendiente. No cabe esperar decisiones antes del 26 de mayo, aunque el debate ya esté abierto desde la misma noche de este 28 de abril.
4.- Ciudadanos ha crecido considerablemente, pero no ha logrado Albert Rivera el único objetivo que justificaba su arriesgadísima estrategia, que consistía en dar el sorpasso a Casado y erigirse en líder de las derechas con el visto bueno (y vergonzante) de la ultraderecha de Abascal. Se aferrará Rivera a ese crecimiento para hacer olvidar el bochorno de su agresividad contra Sánchez, y esas líneas rojas tan increíbles como irresponsables al situar al PSOE nada menos que como « fuerza inconstitucional ».
5.- Pese a su bajada en escaños, las pésimas expectativas que hace tan sólo un mes y medio tenía Unidas Podemos han sido superadas claramente desde el regreso de Pablo Iglesias. Su decisión de recuperar mensajes de la primera fase de Podemos que enlazaban con el 15-M, el estallido de las cloacas del Estado al confirmarse que funcionaron especialmente para intentar destruir a Iglesias y a la formación morada, y su impecable papel en los dos debates entre candidatos alejándose del barro derrochado por el resto han permitido a la coalición morada mantener una posición más sólida de la que se le pronosticaba. Hacerse imprescindible para la gobernabilidad de Sánchez fortalece el liderazgo de Iglesias y premia su segunda « remontada ». Aunque no se puede obviar que su grupo parlamentario ha quedado reducido de 71 a 42 diputados.
6.- Si había un eje que atravesaba de principio a fin este proceso electoral era la crisis constitucional abierta desde Cataluña. Por eso es trascendental analizar y asumir el significado del voto catalán este domingo. Supone una victoria de las posiciones más moderadas de Junqueras frente al radicalismo legitimista de Puigdemont. Supone también una recuperación importante del PSC. Supone una llamada de atención muy seria a Ciudadanos y una presencia prácticamente simbólica del PP y de Vox. Pero, por encima de todos esos datos, el cruce de lo ocurrido en Cataluña y el resultado global en el Estado significa una apuesta mayoritaria por el camino del diálogo para afrontar el problema innegable del modelo territorial y un rechazo expreso y contundente al 155 como solución mágica frente a una realidad compleja, diversa y plural.
No es previsible que la fórmula de gobierno se resuelva en los próximos días o semanas. Habrá que esperar a que pasen los comicios autonómicos, europeos y municipales del 26 de mayo, pero antes iremos viendo señales de un camino que debería asentar después de esa fecha una mayoría progresista estable que ofrezca soluciones a los retos de una democracia que, por momentos, parecía en riesgo de dar un temible salto hacia atrás. No pasaron.
Artículo de Jesús Maraña publicado en infoLibre, socio editorial de Mediapart, el 28 de abril de 2019.