Ensayo premiado en el concurso iberoamericano "Nuevos Talentos" organizado en 2003 por el diario español ABC con ocasión de su centenario. Tema : el suicidio como arma de lucha política en el mundo islámico.
«Mudjahidines del pueblo se prenden fuego», rezaban los titulares en los diarios de todo el mundo la mañana del 18 de junio. Simpatizantes de este grupo de oposición iraní se prendieron fuego en Francia en protesta al operativo policial que culminó con más de 160 mudjahidines detenidos.
>Luego del «shock» inicial de ver a seres humanos en llamas quemándose frente a mis propios ojos llegaron a mi cabeza las imágenes de los atentados suicidas del 11-S y los que cada día ocurren en Israel. Y surgió la pregunta obligada para casi cualquier ser humano: ¿Cómo puede una persona hacer algo semejante? La primera respuesta: ¡Estos musulmanes están todos locos!
No tardé en comprender que mi primera reacción respondía a estereotipos y prejuicios tristemente impuestos en la sociedad cristiana occidental que sólo ensanchan la brecha cultural y religiosa que separa ambas sociedades. Entonces traté de ir más allá de mis propios prejuicios culturales y pensé: «Tiene que haber una explicación racional». Según los especialistas, los psicópatas no actúan como suicidas; sienten placer en la violencia y nunca interrumpirían ese placer matándose. «La idea de que los terroristas suicidas son enfermos mentales no corresponde a la realidad», aseguró Philip Schordt, de la Universidad de Kansas. «Ellos no son locos que oyen la voz de Allah, son personas que actúan convencidas y se valen de todo para conseguir sus objetivos».
Entonces, si el problema no es psiquiátrico y son personas perfectamente normales, ¿en dónde radica esta violencia destructiva? El psicoanálisis pretende dar una explicación científica de la conducta humana sustentada a su vez en sus hallazgos acerca de la estructura y funcionamiento del alma.
Entre otras hipótesis, se halla la de la existencia en todo ser humano de una pulsión —una tendencia— de muerte o de destructividad. Esta pulsión que Freud describió en 1920, aparece siempre mezclada en diversos grados de cantidad y calidad con la llamada pulsión de vida o Eros.
Según la hipótesis freudiana, a la pulsión de muerte el Yo procura neutralizarla con la pulsión de vida, y luego la expulsará fuera de él. La porción que permanece dentro del Yo forma la base del masoquismo, la tendencia a la autoagresión, a la autoaniquilacion. La que es expulsada fuera del Yo forma la base de la agresión y la destructividad.
El Yo es la parte de la personalidad que modula las pulsaciones agresivas y se forma por la interacción del sujeto y su medio externo; su madre primero, la familia luego, y finalmente la sociedad y la cultura en la que vive. Por lo tanto, el grado de desarrollo cultural, valores, ideologías y convicciones predominantes en esa sociedad, tendrán a través del Yo de las personas un importante papel en el destino final de las pulsiones de vida y de muerte, su grado de neutralización mutua, y finalmente su plasmación en acciones.
En otras palabras, cualquier ser humano, bajo ciertas circunstancias e influencias, podría ser capaz de cometer un acto tan terrible.
En perfecta armonía con esta hipótesis, Jarrold Post, ex jefe del centro de Análisis y Comportamiento de la CIA, dice que «el principal motivo que lleva a alguien a convertirse en un terrorista suicida es de naturaleza social». La necesidad de ser aceptado por un grupo, de sentirse parte de una comunidad, elegido y reconocido como alguien especial sería lo necesario para captar adeptos en sectas fanáticas o grupos extremistas.
En el Islam el suicidio está prohibido, pero marginalmente se estimula. Ha habido numerosas autoridades religiosas radicales islámicas que emitieron fatwas —ordenanzas éticas— en las cuales se ha permitido el combate entendido en el sentido de sacrificio, así como el suicidio por la causa. Grupos como el Hezbollah y el Hamas han logrado hacer primar la concepción teológica del Shahid, mártir por la religión.
El secreto de estos grupos radica en técnicas de control psicológico que estimulan el odio y la violencia de un mundo islámico oprimido, suprimiendo la personalidad e inhibiendo el juicio crítico y la libertad de decisión. En pocas palabras, «Prioridad de la doctrina sobre la persona». El terrorista alcanza su perfección —su impasibilidad moral total— cuando su personalidad se ha disuelto definitivamente en el grupo.
Pero hasta el más cruel ser humano se resiste a superar ciertos límites, excepto si obedece a un mandato divino. Por ello los líderes terroristas dividen el mundo entre el Bien y el Mal y convocan a la gente a ponerse del lado de la verdad, para lo cual es necesario el apoyo de los textos sagrados.
El Corán fue escrito en tiempos de guerra, en consecuencia posee numerosas alusiones bélicas. Los infieles son para vosotros un enemigo declarado (4: 101). ¡Combatid contra ellos! Alá les castigará a manos vuestras (9: 14). Alá ha puesto a los que combaten con su hacienda y sus personas un grado por encima de los que se quedan en casa (4: 95). Al creyente que desee la otra vida y se esfuerce por alcanzarla, se le reconocerá su esfuerzo (17: 19). Y no penséis que quienes han caído por Alá han muerto ¡Al contrario! Están vivos y sustentados junto a su Señor (3: 169).
La distorsión del mensaje de Muhammad Ibn Abdallah —Mahoma— consiste en sacar de contexto frases como éstas ignorando el pluralismo religioso y las exhortaciones a la paz que inundan el libro sagrado.
Este salafismo yihaidista —fundamentalismo integrista, en términos cristianos— no es otra cosa que la politización fanática y distorsionada del Islam que en los últimas décadas se ha transformado en un movimiento socialmente fortaleciente, poderoso, absorbente, que ofrece un sentido de dirección y orientación a un número creciente de musulmanes que llevan vidas de amarga pobreza y que están sujetos a una cruel opresión.
Almas heroicas para muchos islámicos, mentes perturbadas para el mundo occidental, los terroristas suicidas, víctimas y victimarios de un contexto sociohistórico, demuestran una vez más que el ser humano es capaz de las hazañas más grandiosas y los actos más terribles.
http://www.abc.es/informacion/centenario/nuevostalentos/index.asp