Es un trágico aniversario que conmemoramos este 11 de septiembre: tanto el vigésimo aniversario de un acto terrorista que apuntará a la mayor potencia imperialista del mundo, Estados Unidos, y provocará la muerte de más de 3000 personas y el estallido de la «guerra contra el terrorismo» que sembrará la muerte de cientos de miles, destruirá Afganistán e Irak y provocará un caos a escala internacional cuyo fin no estamos cerca de ver.
Ha llegado el momento de hacer el balance
¿Vivimos en un mundo de paz que nos prometió la doctrina antiterrorista? No.
¿Es el mundo más peligroso que antes del 11 de septiembre? Sí.
Si esta «guerra contra el terrorismo» hizo consenso entre los dirigentes de las grandes democracias liberales del bloque occidental, Francia – al igual que Estados Unidos– se distinguió por un belicismo fuera de lo común. Se ha embarcado en la caza de los símbolos islámicos ostentosos, ha rehabilitado su pasado colonial, ha redesplegado sus ejércitos a sus antiguas colonias africanas, aseguró sus intereses en el mundo en detrimento de las soberanías populares y luchó activamente para mantener su rango de gran potencia, ante todo frente a su mejor enemigo, los Estados Unidos, pero también frente a la competencia despiadada de otros pretendientes a la hegemonía: China y Rusia. Los beneficios de la industria armamentística no han dejado de aumentar, y Francia se ha convertido en el tercer mayor exportador de armas del mundo. Armas que sirven para reforzar regímenes autoritarios, para aplastar la revuelta de los pueblos del Sur, y para hacer reinar el orden colonial/racial en sus «territorios de ultramar».
Durante estos 20 años, hemos conocido el fortalecimiento del imperialismo francés en todas sus formas, pero también una crisis económica sin precedentes en 2008 que iba a dejar sin empleo a decenas de miles de trabajadores y amenazaría la estabilidad social de las capass medias blancas que se habían salvado relativamente hasta entonces.
Pero durante estos 20 años, aparecieron fenómenos políticos importantes, que escapan a los marcos clásicos de la izquierda tanto reformista como revolucionaria y reinventan la lucha:
- El antirracismo político.
- La revuelta de los Chalecos Amarillos.
El primero, que trata de expresar las reivindicaciones de las capas más bajas del proletariado, impone un análisis materialista del racismo que pone de relieve las relaciones entre capitalismo y racismo, entre racismo e imperialismo, entre imperialismo y Estado-Nación, entre Estado-nación y blanqueamiento y doblan las campanas por el antirracismo moral. Su adversario: el racismo de Estado y las nuevas formas de imperialismo. Es esta versión política del antirracismo que hoy se combate con fuerza: propaganda contra los “islamo-izquierdistas”, contra las reuniones no mixtas, disolución del CCIF, de Barakacity, amenaza de disolución de la UNEF, feminismo civilizatorio, demonización de las figuras del antirracismo...
Si esta propaganda ha tomado tal amplitud, es también a causa del segundo actor de la revuelta: los Chalecos Amarillos, que representan una parte no menos insignificante del proletariado blanco. Si estos últimos han hecho temblar el poder, es esencialmente porque han dirigido tendencialmente su cólera no contra los barrios o los musulmanes, sino contra las clases dirigentes. ¡Eso era lo que preocupaba al bloque burgués!
Si la inquietud se ha convertido en pánico es también porque las organizaciones políticas y sindicales, a la izquierda, han sabido tomar partido por los Chalecos Amarillos, las familias de víctimas de la violencia policial, contra la negrofobia, y por los musulmanes. La hipótesis de una recomposición política en torno a un bloque antirracista y social no podía sino provocar un miedo inmoderado. Es precisamente a la luz de estos hechos que hay que comprender la sobreexplotación por parte del gobierno del horrible asesinato de Samuel Paty, que tuvo la doble consecuencia de desviar la opinión de la crítica de su negligencia en la gestión de la crisis sanitaria y social y de designar a un culpable ideal: la comunidad musulmana. Los efectos de esta estrategia (aislar y reprimir el corazón del proletariado más precario –los no blancos– y asegurarse de la colaboración de clase del proletariado blanco agitando el fantasma del «islam radical») no se harán esperar: si la ley llamada «seguridad global» provoca una ola de indignación a la izquierda porque multiplica las restricciones liberticidas, no será el caso de la ley contra los separatismos que ataca a los habitantes de los suburbios.
Lamentablemente, en el centro de esta contrarrevolución se va a desatar el antirracismo político. En cuestión:
1) Hábiles estrategias de marketing racial, ya provengan del Estado que se ocupa de nombramientos de fachada y de capturas de prestigio en sus instituciones o, de empresas privadas, que venden la emancipación y la libertad como un derecho de todas y todos a consumir productos de lujo. Aprovechando la brecha abierta por el legítimo deseo de reconocimiento de poblaciones durante mucho tiempo despreciadas y maltratadas, esta celebración individualista y narcisista de la raza como nuevo producto libidinal y estético del capitalismo tiene por objeto impedir las dinámicas de transformación profunda de la sociedad y ofrecer algunas recompensas para enmascarar mejor las desigualdades estructurales que no dejan de aumentar. Los efectos de esta política de distracción no se hicieron esperar: competencia entre las razas, guerra interna y distanciamiento forzado con el antirracismo político considerado irrazonable y contraproducente. Armas históricas del racismo, las políticas de respetabilidad están de nuevo en marcha con una eficacia formidable.
2) El impacto de un renacimiento europeo del antisemitismo y de su instrumentalización sobre un fondo de verdadera/falsa culpabilidad francesa heredada del régimen de Vichy y de la colaboración, pero también sobre un fondo antijudío muy anterior y siempre vivo. La instrumentalización del judeocidio del siglo XX no sólo justifica la fundación de un Estado colonial –Israel– sino que también libera a Occidente y Francia de su responsabilidad en cualquier otro crimen racista, colonial, o imperial haciendo del antisemitismo el único barómetro del antirracismo oficial. Esta instrumentalización no ofrece más que desventajas: ¡apagar toda crítica de Israel –se trata incluso hoy de asimilar antisionismo y antisemitismo!; designar a la comunidad árabe/musulmana en su conjunto como responsable del antisemitismo y de la «importación del conflicto»; crear una división en el seno del campo antirracista, entre los que rechazan la instrumentalización y los que se acomodan a ella. El estatuto de «protegidos de la República», al organizar la competencia entre víctimas del racismo de Estado, no hace más que prolongar el antisemitismo produciendo un resentimiento que puede traducirse en actos violentos, incluso crímenes contra judíos. En este perfecto círculo vicioso, los judíos siguen siendo el «extranjero secretamente familiar» (S. Freud) que disimula mal el antisemitismo de quienes lo mantienen.
3) Un consenso favorable a las intervenciones francesas, justificadas por la lucha contra el terrorismo, ha producido una indiferencia de la opinión pública y reforzado la adhesión a la idea de que Francia debe asumir un papel de potencia mundial. Este consenso goza de una alianza objetiva con las fuerzas de la izquierda reformista que defienden el rango de Francia en el mundo y que sólo apuntan al imperialismo estadounidense. Además, existe lo que podríamos llamar la colonialidad de la solidaridad, ese tropode la izquierda que consiste en apoyar sólo a los movimientos que se adhieren a su ideología universalista. La sustitución del antiimperialismo por la filantropía corporativa relega la figura del «salvador blanco». La guerra se normaliza hasta el punto en que el reclutamiento de la juventud en el ejército ya no escandaliza (SNU), y feminismo y antirracismo son reciclados por el cuerpo militar y se traducen en una exigencia de diversidad y paridad en su seno. Mujeres y no blancos enraizados en la preparación para la guerra: ¡el nec plus ultrade la igualdad republicana!
Ha llegado la hora de la elección: guerra permanente o paz revolucionaria
El funesto aniversario del 11 de septiembre y sus terribles consecuencias, la debacle del bloque occidental en Afganistán y la magnitud de la crisis mundial en todas sus formas - económica, social, ecológica, sanitaria –pero también la resistencia de los pueblos deben obligarnos a reconsiderar el repertorio estratégico de nuestras luchas. Las amenazas de guerras y de guerras civiles, a las que se preparan los estados mayores militares, deben alarmarnos en el mayor grado posible, impulsarnos a volver a trazar un nuevo horizonte utópico y a retomar la noción de paz, abandonada con demasiada frecuencia al enemigo. Una paz urgente, imperativa y vital. Una paz que no puede ser recuperada por parte de los que hacen la guerra, porque es al mismo tiempo antiliberal, antirracista y antiimperialista. En resumen, una paz descolonizada y revolucionaria.
Firmado por : Gilbert Achcar (Gran Bretaña, profesor de relaciones internacionales), Kader Attia (Argelia-Francia, artista), Omar Barghouti (Palestina, defensor de los derechos humanos), François Burgat (Francia, politólogo), Enrique Dussel (México, filósofo), Bernard Friot (Francia, economista), Andreas Malm (Suecia, profesor de geografía humana), Pascale Obolo (Francia, Jean-Marc Rouillan (Francia, activista y escritor), Abdourahmane Seck (Senegal, académico), Aminata Dramane Traoré (Malí, ensayista, ex ministra, Foro por otro Malí), Maboula Soumahoro (Francia, Mes de la Historia Negra), Françoise Vergès (Isla de la Reunión, Francia, politóloga, activista feminista decolonial), Cornel West (EEUU, filósofo)
Y por, en Francia:
- Norman Ajari, filósofo
- Yazid Arifi, activista antirracista y anticapitalista
- Simon Assoun, coordinador nacional de la UJFP, educador especializado en protección de la infancia
- Sandeep Bakshi, Universidad de París
- Yessa Belkhodja, colectivo para la defensa de los jóvenes en Mantois
- Omar Benderra, activista comunitario
- Judith Bernard, directora
- Daniel Blondet, activista del colectivo antiguerra
- Rachel Borghi, profesora-investigadora, activista, Universidad de la Sorbona
- Amzat Boukari, historiador, activista panafricanista
- Houria Bouteldja, QG decolonial
- Youssef Boussoumah, QG decolonial
- Ismahane Chouder, feminista antirracista
- Eva Doumbia, autora y directora
- Ali El Baz, activista de la inmigración
- François Gèze, editor
- Malika Hamidi, autora y socióloga
- Eric Hazan, editor
- Marianne Koplewicz, editora
- Léopold Lambert, redactor jefe de The Funambulist
- Didier Lestrade, activista y escritor
- M'baïreh Lisette, activista descolonial
- Franco Lollia, Brigada Anti-Negrofobia
- Yamin Makri, editor
- Carpanin Marimoutou, profesor de la Universidad de la Reunión
- René Monzat, autor, activista del laicismo
- Selim Nadi, QG Décolonial
- Yvan Najiels, activista comunista
- Dominique Natanson, activista judía antirracista
- Adrien Nicolas, colectivo ni guerre ni état de guerre
- Ahmad Nougbo, activista panafricano
- Olivier Marboeuf, autor, comisario y productor de cine, Guadalupe
- Karine Parrot, profesora-investigadora de derecho
- Axel Persson, CGT Cheminot, Trappes
- Philippe Pignarre, editor
- Lissell Quiroz, profesora de la Universidad de Cergy París
- Gianfranco Rebucini, antropólogo, investigador del CNRS (EHESS, París)
- Renaud-Selim Sanli, editor
- Raphaël Schneider, Hors-Série
- Michèle Sibony, activista de la UJFP
- Chantal T. Spitz, autor tahitiano
- Ghislain Vedeux, administrador de la CRAN y vicepresidente de la ENAR (red europea contra el racismo)
- Wissam Xelka, Palabras de honor
- Hèla Yousfi, profesora de la Universidad París-Dauphine
- Dominique Ziegler, autor, director
- Amina Zoubir, cineasta y artista visual
- Internacional:
- Sadia Abbas, profesora asociada de literatura, Universidad de Rutgers
- Ariella Aicha Azoulay, Universidad de Brown, Estados Unidos
- Amanj Aziz, fundador Nyans: musulmán, Suecia
- Paola Bacchetta, profesora de Berkeley, Estados Unidos
- Hatem Bazian, académico, Estados Unidos
- Omar Berrada, escritor e investigador, Marruecos
- Safa Chebbi, activista antirracista decolonial, Canadá
- Liryc Dela Cruz, cineasta y artista
- Romina de Novellis, artista de performance e investigadora, fundadora de la residencia artística Domus, Italia
- Boaventura de Sousa Santos, Universidad de Coimbra, Portugal
- Binta Diaw, artista, Italia
- Fatima el-Tayeb, Universidad de Yale, Estados Unidos
- Daniela Festa, activista por el bien común y profesora de la Universidad de Bolonia, Italia
- David Theo Goldberg, UCHRI, Estados Unidos
- Ramón Grosfoguel, profesor de la Universidad de Berkeley, Estados Unidos
- Muriam Haleh Davis, Universidad de California, Santa Cruz, Estados Unidos
- Sari Hanafi, profesora de Sociología, Universidad Americana de Beirut, Líbano
- Samia Henni, historiadora y teórica de la arquitectura, Estados Unidos
- Sandew Hira, DIN, Países Bajos
- Mouloud Idir-Djerroud, politólogo, Canadá
- Laleh Khalili, Universidad Queen Mary, Londres, Reino Unido
- Azeezah Kanji, académico, periodista, Toronto, Canadá
- Alana Lentin, académica, Australia
- Ilaria Lupo, artista, Italia
- Nelson Maldonaldo Torres, filósofo, Universidad de Rutgers, EEUU
- Jamila Mascat, Universidad de Utrecht, Países Bajos
- Joseph Massad, profesor de la Universidad de Columbia, Estados Unidos
- Marc-Aziz Michael, Investigador, Universidad Americana de Beirut, Líbano
- Minoo Moallem, profesor, Berkeley, Estados Unidos
- Marie Moïse, activista, Italia
- Valeria Muledda, artista, Italia
- Muna Mussie, artista, Italia
- Nikolay Oleynikov, artista, activista, Rusia
- Camille Penzo, investigador astrofísico, Italia
- Alessandra Pomarico, comisaria independiente, activista, Italia, Estados Unidos
- David Palumbo-Liu, Universidad de Stanford, Estados Unidos
- Silvia Rodríguez Maeso, Universidad de Coimbra, Portugal
- Sara Riggs, poeta, cineasta, Estados Unidos
- Nordine Saidi, activista decolonial y miembro de Bruxelles Panthères, Belgium
- Racha Salti, comisaria, investigadora, Líbano
- Guendalina Salini, artista visual, Italia
- Panagiotis Sotiris, periodista, Grecia
- Shela Sheikh, Goldsmiths, Universidad de Londres, Gran Bretaña
- MichelWarschawski, activista anticolonialista, Jerusalén
- Victor Hugo Pacheco Chávez, revista Intervención y coyuntura, México
Para firmar:
Contacto: onzeseptembre20ansapres@gmail.com