Desroches Noblecourt mencionó el vínculo entre los Diez Mandamien-tos y la época de las pirámides. Este acercamiento magistralmente prueba la egipcianidad de los hebreos. El Figaro magazine quizás no exactamente trans-cribió su decir que pone fin a las teorías negativistas de la historicidad de la Biblia y de la existencia de Abraham y Moisés:
“Se encuentra la referencia precisa a los diez mandamientos en la época de las pirámides.”
Por un lado, es al revés, por otro lado, solo el Tercero y los cinco últimos Man-damientos se encuentran en la Confesión negativa de los Textos de las pirámides. De hecho, entre la cuarentena des faltas enumeradas en la Confesión negativa de los Textos de la pirámides, encontramos las siguientes:
- Juez 38: “No he blasfemado a los dioses.” (Tercero Mandamiento)
- Juez 5: “No he matado a nadie.” (Sexto Mandamiento)
- Juez 19: “No he tenido ninguna relación con una mujer casada.” (Séptimo Mandamiento)
- Juez 4: “No he robado.” (Octavo Mandamiento)
- Juez 28: “No he sido falso.” (Noveno Mandamiento)
Akenaton-Abraham y Ramsés I-Moisés son los autores de los cinco primeros mandamientos. Los dos primeros particularmente; monoteístas, son opuestos a la civilización egipcia. El cuarto, que instituye el descanso semanal, pertenece a la política social de los dos faraones revolucionarios, antítesis de una civilización en que toda la población era sometida la servidumbre.
En cuanto al Dios que entrego las Tablas de la Ley a Moisés, era muy probablemente el faraón Horemeb-Aaron, el hermano de Moisés. Recordemos la frase de este último al pueblo después de la muerte de Horemeb:
“…¡Yo, el Señor, soy vuestro Dios!’” Deuteronomio 29
Los teólogos coinciden en que Akenatón no era estrictamente monoteísta sino henoteísta, lo que implica la aceptación de otros dioses. Esto es obvio ya que Akenatón se consideraba a si mismo como un Dios. Siglos más tarde, los judíos, tras independizarse de Egipto, inventaron el Dios inmaterial que conocemos.