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Billet de blog 7 juillet 2024

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Momentos con Hayra

Una velada con Hayra, sus relatos autobiográficos, su pasión por el cine y su invento de un archivo de cine extensísimo

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Nota liminar

Hayrabeth Alacahan, archivista del cine, argentino de origen armenio que colaboraba con Cinelatino desde 2000, se nos fue a 18 de julio de 2023. Sus amigos Raúl Dabusti, Leonardo León y Odile Bouchet firman este artículo y Cinémas d’Amérique latine lo publica para homenajearlo y agradecerle todo lo recibido.

Momentos con Hayra

Aquel día Hayra estaba muy en forma, alegre, bastante dicharachero, era verano, nos recibía cariñosamente, con deliciosas recetas de las suyas, y al salir, decidimos escribir a seis manos lo que recordábamos de lo oído, por lo pleno del momento. Se escribió pues antes de saber que se le estaba jugando la vida a Hayra, por el mero gusto de escribirlo, así como el dibujo se empezó antes de saber que estaba enfermo, y se terminó antes de conocer su grado de gravedad. Lamentablemente durante el tiempo de comunicarnos, de Francia, donde viven Raúl y Odile,  a Chile, donde está radicado Leo, ocurrió lo que ocurrió y así de triste termina algo escrito por el mero gusto de un bello momento compartido. Nos enteramos después de que Hayra ya se sabía enfermo cuando lo vimos, pero ni remotamente nos imaginamos que podía estar tan cerca del fin, ya que él mismo nos dijo, como chiste a Leo que es médico, que con él los médicos se morirían de hambre por la buena salud que tenía… y andaba muy animado por la perspectiva de ir a Cinelatino en Toulouse, viaje al que por fin renunció, pero por razones cinematográficas, no de salud. Fue por apoyar películas que no figuraban en la selección de Toulouse y precisar guardar la plata del viaje para ir a otras partes con ellas. Y le dio lo que le dio.

Es el viernes 27 de enero del 2023, durante el verano de Buenos Aires.

Hayra nos recibe en su departamento, un espacio pequeño y cálido que algún amigo le alquila desde hace mucho tiempo, ubicado hacia el 800 de la calle Viamonte, en pleno microcentro de la ciudad.

Llegamos en el crepúsculo del día y aún hay algunos rayos de luz que se cuelan y nos permiten conocer mejor ese espacio en el que vive, un viejo edificio gigante y deshabitado, que debe ser tan testigo de la época como este hombre que nos acoge con abrazos y sonrisas.

Este lugar resulta ser en realidad un archivo disfrazado de casa en el que hay grandes anaqueles atiborrados de carretes de película cinematográfica, legajos con folios que hablan de cine, cámaras profesionales y amateurs de diferentes épocas, DVD's, fotos, pósters y todo lo que se pueda relacionar con el séptimo arte y que sea digno de ser parte de una colección.

Por ahí, en medio de este archivo, una mesa discreta que sirve de escritorio nos invita a destapar un par de botellas de vino y cenar.  También hay -se ve de reojo-, una cama en la que descansa nuestro anfitrión durante el día, porque nos confía que él vive prácticamente de noche y esto ha sido así desde siempre: Hayra tiene fama de vampiro en el círculo cinéfilo porteño.

Y el vampiro tiene un balcón interior pequeño espacio en el fondo del archivo que mira hacia el foso central de la mole de cemento - en Buenos Aires se llama aire-luz - y acoge algunas plantas.  Allí, colgando de un cordel, una pequeña cinta que fue película y ahora se seca, espera que se rescate desde ella la voz del guerrillero argentino más famoso del mundo.

La atmósfera se cierra con la música: un stéreo escondido no se sabe dónde, nos ofrece el concierto de Köln por Keith Jarret y esa es la guinda de la torta de este personaje de otro mundo.

Pero ¿cómo se sigue descubriendo a la persona?

Una pared sin anaqueles -quizás la única-, homenajea con fotos a reconocidos actores y directores de cine; y en lo alto, en primera fila, una de ellas sobresale porque no se adivina en ella conocidos: en blanco y negro y como sacada de un fotograma, una pareja ya mayor, posa por delante de una casa en lo que se adivina un barrio de chabolas. Se ven serios, cansados, humildes y dignos....  la pregunta de su origen es la puerta de entrada a los cuentos e historias que Hayra enhebró durante la velada:

Nació en Armenia y tenía tres años cuando sus padres decidieron partir para Turquía. Un tío adivino había sentenciado que algo malo iba a ocurrir, de quedarse ahí, por lo que había que irse.

Eran gente humilde y se instalaron en un lugar poco poblado en el centro de Turquía, en el que cultivaron la tierra junto con judíos, turcos cristianos, kurdos musulmanes, gente de todo pelo y creencia que formó una comunidad maravillosa. Lo compartían todo sin importarles que el otro o la otra fuera de otro país, otro grupo, otra fe… Fue una experiencia inolvidable. Pero los jóvenes se iban pues además del trabajo de la tierra - y era tierra pobre - no había porvenir. Viendo cómo la comunidad se venía vaciando, todos decidieron migrar hacia Estambul, y para conservar memoria de los bellos años comunes, llevarían todos de apellido el nombre del lugar: Alacahan.

 De ahí en adelante, todos los habitantes de Alacahan de aquellos años felices dejaron el apellido anterior, que los delataba como armenios, judíos o kurdos, y todos tuvieron de identidad la felicidad que habían tenido de vivir juntos en ese lugar.

Así llegó Hayra a Estambul a los ¿siete?, ¿nueve? años y fue a la escuela. Ahí vio un mapa, le gustaba la geografía, y decidió que conocería Francia y Argentina. No sabe muy bien por qué, pero sabe que aquellos dos países los llevaba grabados para siempre.

Por esos mismos años fue hospitalizado mucho tiempo, más de seis meses, por problemas respiratorios. Ahí leyó mucho, todo lo que pudo conseguir.

Empezó a trabajar, hizo varias changas y estudiaba al mismo tiempo, hasta que consiguió un trabajo en una imprenta que fue mucho más estable.

El patrón, un día, le regaló dos entradas para un teatro al que Hayra no tenía mayor interés por ir pero fue, temiendo el interrogatorio del patrón luego del fin de semana, y así fue cómo descubrió el teatro. Salió maravillado y el patrón nunca le preguntó nada. Solo quería que él viera y viviera una representación teatral. Ese fue su mejor regalo a Hayra.

A los diecinueve años decidió irse. Se lo anunció a sus padres, dejó la imprenta y se fue no más. En adelante nunca volvió a ver a su padre. A su madre sí la volvió a ver una vez en casa de su hermana mayor en París años más tarde.

Se fue por la orilla del Mediterráneo y llegó a París donde estaba su hermana mayor. Él tenía buenas notas en francés en la escuela pero en la calle le costó entender a la gente, aprender la lengua. Trabajó y su hermana le propuso quedarse pero salió a viajar otra vez. Volvió al Mediterráneo y cuenta que – entre risas -  conoció en un tren a unas muchachas suizas que le propusieron un viaje a Túnez, pero en ese momento  un anuncio de un barco a Buenos Aires, su segundo amor geográfico, le hizo cambiar de opinión y dejar atrás a las chicas suizas.

 Embarcó para el sur. Así fue cómo llegó a los veinte años a su país de adopción. Tenía allí a un primo al que le había escrito previamente y estaba dispuesto a recibirlo. Sin embargo no lo fue a buscar, no estaba en el puerto al llegar Hayra.  Ya se venía mentalizando con que tendría que empezar solito la nueva vida en el país elegido, cuando por casualidad, se lo encontró por la calle y sí lo recibió.

En Buenos Aires, ya se quedó.  Se estrenó en el trabajo porteño dibujando planos  para una estudiante de arquitectura y después, siguió trabajando  para esa misma persona pero siendo ya arquitecta...  Fue a partir de idas y vueltas allí (en el lugar donde hacía esos planos) cómo comenzó a frecuentar un cine-club y se enganchó con el cine de forma más permanente. Aclaró que la primera vez que vio funcionar un cine-club no comprendía nada, pero le gustó lo que vio así que siguió yendo y aprendiendo, entrando en lo que fue la pasión de su vida.

Trabajó en artes gráficas, imprenta, luego librería (en Gandhi, la de antes) durante unos veinte años. Iba mucho al cine desde su vida en Estambul, siguió yendo muy a menudo en Buenos Aires y en la librería tuvo ocasión de alternar con gente de cine. Empezó a juntar material de cine y obtuvo, a través de un amigo, el alojamiento en donde siguió alquilando siempre, en el que almacenó parte de la cosecha, siendo la gran ambición conseguir un lugar adecuado que permitiera tenerlo todo junto y en buenas condiciones, para evitar que les pase a todas como a la pobre cinta que se está oreando en el balcón sin esperanza de recuperar imagen, porque está muy dañada, pero que a lo mejor aún sí conserva la voz del Che.

La voz del Che se orea en el balcón de Hayra (dibujo Odile Bouchet, foto Laurent Claret)

En su colección hay cine de todo el mundo, no solo de Argentina. De todas partes hay, y grandes cineastas pero también experiencias únicas, oscuros desconocidos, olvidados de todos salvo de él.

Tiene armada una fundación, Cineteca Vida, con unos amigos, entre los que está José Campusano, el cineasta, María Seoane, la periodista, y varios otros, Alejandra Portela, Mariela Pietragalla, etc, que tanto hacen y tanto lo atendieron el tiempo de su enfermedad. Entre todos siguen buscando el lugar donde juntarlo todo. La fundación funciona muy bien, y muestra cine, de lugar en lugar, no siempre el mismo.

La colección está repartida entre varios lugares, y reclama reunirse como se reunieron los datos almacenados en la memoria de Hayra en su libro de dos gruesos tomos: Filmografías, publicado en 2019, y que es una increíble suma mundial del cine.

Nos olvidamos episodios, pero los cuentos de Hayra, todos, demostraban que uno siempre tiene ángeles, magos y protectores benevolentes que nos hacen avanzar en la vida, y que eso es lo bonito de seguir viviendo. Después de tanta vida contada y vivida, parece mentira que Hayra ya no viva. Y duele.

Leonardo León, Raúl Dabusti y Odile Bouchet

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