Durante su conferencia en la Casa Refugio Citlaltépetl, en México DF, el pasado 21 de marzo, Mario Bellatin leyó un relato autobiográfico en el cual narra su relación peculiar con un spray que lo alivió del asma cuando era niño. Este spray era a la vez símbolo de curación cuando tenía que aguantar una crisis pero también de muerte. Efectivamente, el médico pretendía que este remedio afectaba el corazón y podía provocar un paro cárdiaco. Así que Mario Bellatin vivió toda su infancia partido en dos, entre la amenaza del infarto si usaba el spray y el miedo a sofocarse si no lo usaba. Su madre, asustada por los efectos secundarios de la medicina, no quería entregárselo así que cuando el niño estaba padeciendo una crisis demasiado fuerte, tenía primero que convencerla de su gravedad y ella le daba el spray a regañadiente, diciéndole : « ¡Toma, muérete ! ».
A través esa anécdota, Mario Bellatin esboza una relación entre el asma y su vocación precoz de escritor. Años después, se entererá de que el famoso medicamento no tenía nada de nocivo para su salud. El spray ambiguo, que todavía conserva en su bolsillo hoy en día y sobre todo el descubrimiento y la práctica frenética de la bicicleta lo salvaron de la muerte física que lo acechaba en esta época. De hecho, tal vez el verdadero peligro no haya sido ligado a la enfermedad respiratoria que padecía sino más bien a su deseo de ser escritor y a la muerte social que esto implicaba. Para él, la amenaza real no era tanto la muerte biológica como la desaparición, el hecho de no pertenecer a ningún grupo dentro de la sociedad. Al mismo tiempo que la bicicleta logró salvarlo de la muerte física, la máquina de escribir le permitió alejar el fantasma de la muerte social. Bellatin considera que sólo cinco elementos resumen su condición : su máquina de escribir, la protesis de su brazo derecho, el ciclismo, los perros y su spray. Lo demás, los amores, los éxitos, las amistades, pasan, cambian y no importan tanto…
¿Qué significa el no-ser para un escritor? El autor de Salón de Belleza consta que la primera pregunta que uno hace a un joven que pretende ejercer el oficio de escritor es : « ¿Cómo vas a hacer para vivir ? » Como si, de repente, el problema principal estuviese en su subsistencia. La pregunta : « ¿Qué vas a escribir ? », parecería mucho más pertinente. Pero, por lo regular, la sociedad rechaza la idea que escribir es un oficio normal. No se puede dar al escritor un estatuto social y, si el escritor se deja encerrar en una casilla predeterminada, acaba como un fantasma. Bellatin da ejemplos de autores rusos o cubanos que, sin ser víctimas claramente identificadas del totalitarismo (como Soljenistyne, por ejemplo), viven dentro de un sistema perverso. Es decir que el poder los deja en paz, les paga incluso un pequeño sueldo, pero impide que publiquen sus textos. Y un escritor que escribe sin ser leído, ni tener ningún público, se vuelve un fantasma dentro de la sociedad.
Esa lectura de Bellatin acerca del asma nos aleja bastante de los clichés de la supuesta escritura asmática de Marcel Proust. Sus palabras en la casa Refugio Citlaltépetl, México D.F., lugar donde se pretende proteger a los escritores perseguidos toman un sentido bastante fuerte. Cualquier escritor debe conocer este abismo muy peculiar de la actividad literaria : la desaparición. Esa negación no existe solamente en la sociedad totalitaria sino que es universal y se manifiesta tambien en nuestras sociedades democráticas donde el autor que no pertenece a un modelo preestablecido no tiene un verdadero papel social y todo concurre a negar su existencia.