A lo largo del último verano se han sucedido los gestos, manifiestos, escritos enviados desde distintos ámbitos de la sociedad civil a la dirigencia de la Unión Europea reclamando una acción contundente que contribuya a frenar el genocidio practicado por el gobierno israelí de Netanyahu sobre el pueblo palestino. Uno de los más significativos –más por la respuesta que por la propuesta– ha sido la Carta Abierta, dirigida por 1.650 funcionarios a la presidenta de la Comisión, Úrsula Von der Leyen, en la que se denunciaba sin ambages la “inacción” europea. La CE ha contestado amenazando a los firmantes con sanciones burocráticas justificadas en el siguiente exabrupto: “Los funcionarios no pueden ser activistas políticos”. Dicho de otra forma, el gobierno de la UE considera que defender la aplicación del derecho internacional y los propios valores fundacionales de la Unión o la universalidad de los derechos humanos es “activismo politizado”. Como apuntaba certeramente la analista Máriam Martínez-Bascuñán en el diario El País, “si denunciar genocidios es ‘politización’, ¿la ‘despolitización’ es hacernos cómplices de genocidios?”
El ensayo que usted tiene ahora mismo entre manos o en su pantalla lanza un dardo valiente al centro de la diana de la complejísima coyuntura global: ¿es consciente Europa de su prepotente egocentrismo, y del riesgo de que su visión soberbia del resto del mundo pueda llevar al desastre a un proyecto comprometido con la igualdad y la universalidad de los derechos humanos como base ineludible para la convivencia democrática?
El autor de este libro, Edwy Plenel, tiene una mochila vital y profesional cargada de méritos acerca de un doble compromiso: con el oficio del periodismo independiente como mimbre básico de una democracia sana, y con un europeísmo radicalmente humanista que considera la solidaridad como el motor principal del progreso: “Democracia no es (sólo) votar, es la promesa de la igualdad de derechos”.
Hace ya más de doce años que converso con Edwy en la lengua común del periodismo honesto, desde una mañana en París en la que las referencias al ideario y compromiso de Albert Camus unieron nuestros caminos y los de los medios respectivos que contribuimos a fundar: Mediapart en Francia, infoLibre en España. “No existen fronteras a la hora de defender e impulsar el derecho a saber” . Por eso es un privilegio que El jardín y la jungla sea el primer título de una colección de ensayos en castellano que, bajo el sello infoLibre-Edhasa, desea contribuir al debate público sin otro interés que el de abonar un pensamiento crítico basado en el conocimiento y refractario a la contaminación del ruido interesado o de la guerra del clickbyte.
Sobre la citada ‘mochila vital’ de Edwy Plenel, me atrevo a citar dos rasgos que marcan su actitud ante Europa, la política y el compromiso cívico: su infancia en Martinica y su adolescencia-juventud en Argelia. Esa experiencia multicultural, sumada al ejercicio de un periodismo de investigación insobornable (que le llevó a abandonar Le Monde cuando vio peligrar su independencia por intereses empresariales), le ha permitido moldear una arquitectura intelectual sensible a la realidad colonialista europea (en particular francesa) y un consecuente activismo incansable contra el racismo de la extrema derecha que sigue creciendo en la UE.
 
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                    Este ensayo tiene una inspiración de origen relacionada con España. Es un discurso pronunciado en Brujas, el 13 de octubre de 2022, por el español Josep Borrell, por entonces alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad: “Europa es un jardín […] La mayor parte del resto del mundo es una jungla, y la jungla podría invadir el jardín. Los jardineros tienen que lidiar con ello, pero no protegerán el jardín construyendo muros […] La jungla tiene una gran capacidad de crecimiento, y el muro nunca será lo suficientemente alto para proteger el jardín…” Borrel lanzó este mensaje pocos meses después de la invasión de Ucrania por Rusia y un año antes de la guerra de exterminio contra el pueblo palestino declarada por Benjamín Netanyahu en respuesta a los bárbaros atentados cometidos por Hamás el 7 de octubre de 2023 contra civiles israelíes.
Si Plenel elige la metáfora del “jardín y la jungla” para hilvanar este alegato contra la soberbia europea es porque no considera a Borrell “un neoconservador reaccionario, defensor imperialista del choque de civilizaciones”, sino precisamente “un hombre de izquierdas” que, consciente del “eurocentrismo colonial” implícito en su discurso de Brujas, intentó después matizarlo después como un aviso de que la invasión de Ucrania significaba el regreso de “la ley de la jungla”. Pasados unos meses, Josep Borrell se significó como el dirigente europeo que con mayor contundencia había denunció el genocidio que Israel comete en Gaza y la responsabilidad de la Unión Europea por su inacción a la hora de convertir en medidas concretas contra el gobierno de Netanyahu su verborrea en defensa de los derechos humanos.
Esa imagen del jardín frente a la jungla, tan nefasta para la credibilidad de Europa en el resto del mundo, viene de muy lejos. Plenel lo explica con referencias históricas, políticas y filosóficas. Empezando nada menos que con Immanuel Kant, considerado uno de los “padres fundadores del Occidente moderno”, incluso inspirador de la propia Unión Europea, quien dejó escritos disparates como este: “La humanidad alcanza su mayor perfección con la raza blanca. Los indios tienen menos talento. Los negros están en lo más bajo”. Se pregunta, así, el autor de este ensayo qué es la extrema derecha, y él mismo se responde: “Sencillamente, el odio a la igualdad”. Y a partir de ahí desarrolla la idea clave de que la democracia no consiste exclusivamente en elecciones –hoy por hoy susceptibles de convertirse en una farsa gracias a las técnicas de desinformación, pero que ya demostraron su fragilidad con el ascenso de Hitler al poder hace casi un siglo–, sino en una constante y radical defensa de la universalidad de los derechos humanos sin distinción de origen, raza, sexo o religión.
Hay una (gruesa) línea de puntos que une la invasión rusa de Ucrania y el genocidio que Netanyahu practica en Gaza. Y Plenel la sigue para visibilizar y denunciar la hipócrita “geometría variable” utilizada por Europa y por Estados Unidos ante ambos conflictos. Tiene un simbolismo muy especial el hecho de que fuera Sudáfrica, cuna y escenario durante décadas del apharteid racista y colonialista, quien denunciara ante el Tribunal Internacional de Justicia de la ONU el “carácter genocida” de la guerra desatada por el Estado de Israel contra el pueblo palestino. “No hay más humanismo que el internacionalista”, concluye Plenel tras un repaso a algunas de las expresiones más nítidas del universalismo y el anticolonialismo surgidas desde su bien conocida Martinica.
La visión poliédrica de Plenel incluye elementos que a menudo escapan al análisis de la compleja realidad política que atraviesan Europa y el resto del mundo. Uno clave es el de la cuestión colonial, que afecta muy especialmente a Francia, única potencia que mantiene en el siglo XXI territorios colonizados en todos los continentes excepto Asia. Sostiene Plenel que Europa no podrá conjurar las amenazas identitarias y autoritarias que la acosan mientras no se enfrente a su propio pasado colonial. Leyendo el capítulo que el autor dedica a esta cuestión se entenderá mejor –también con mayor preocupación– en España el acalorado debate público que suscita cualquier planteamiento dirigido a asumir y reconocer los crímenes cometidos en su prolongada historia como potencia colonial. Una mirada más humilde y sincera hacia nuestro propio pasado nos ayudaría a mirar también de otro modo a los pueblos migrantes.
La metáfora del jardín y la jungla supone comprar el marco mental que desde hace mucho tiempo intentan imponer los movimientos de extrema derecha y los nacionalpopulismos de todo tipo, desde Netanyahu a Putin pasando por Trump, pero también visible en el giro de Europa hacia una gestión del fenómeno migratorio exclusivamente ocupada en la seguridad. Caemos en la trampa de considerar la inmigración una amenaza y a partir de ahí terminamos destruyendo el principio de igualdad en el que se basa toda convivencia democrática. Porque ya no es solo la extrema derecha quien abona mentiras y exageraciones que incitan al odio al otro, sino que los planes de deportaciones masivas ya se manejan en Reino Unido, Francia, Alemania… El propio Abascal promete expulsar a “ocho millones de inmigrantes” si alcanza el poder en España.
No es este un relato optimista. No lo permiten los tiempos que nos ha tocado vivir. Pero sí es una lectura imprescindible para entender por qué Europa (y el mundo) van “camino de la ruina”. Es un primer paso para evitarlo. No podemos aceptar indefinidamente la insolencia de un Netanyahu que explica la existencia de Israel como “una casa en la jungla”, de modo que él sería una especie de jardinero armado, encargado de defender “la civilización judeocristiana” desde un puesto de vanguardia. Porque aceptarlo supone enterrar los valores que han hecho posible el progreso de la humanidad.
Siempre nos quedará Camus. Con él cierra Edwy Plenel esta especie de llamamiento a una rebelión cívica, para tratar juntos de “evitar que el mundo se desmorone”. Es una tarea difícil y urgente, más aún ante la velocidad que imprime la revolución digital a los cambios políticos y sociales, condicionados por el poder de la desinformación. Se trata de un nuevo Combate, y es posible ganarlo si empezamos por leernos, escucharnos, hablarnos… Si construimos un “nosotros” frente a quienes hacen negocio con el ruido, el griterío, la división… y el genocidio.
Jesús Maraña,
septiembre de 2025 
> En acceso libre en infoLibre, mi entrevista con motivo de la publicación del libro : "No defender los derechos es derribar el dique que ha impedido el regreso del fascismo"
 
                 
             
            