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Billet de blog 27 juin 2018

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El deber de investigar, el valor de revelar

La verdad necesita ayuda, por este motivo Mediapart necesita a sus lectores. Porque las mentiras se multiplican, más que nunca, al servicio de los poderes políticos y económicos totalmente ligados entre sí. En diez años, hemos perdido la cuenta del número de hechos de interés público que no habrían sido conocidos sin nuestro trabajo de investigación y revelación. Para que este trabajo continúe, con una independencia total, contamos con un único apoyo: vuestra suscripción.

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Este verano, Mediapart propone una oferta especial de suscripción: dos meses gratuitos de periodismo independiente y participativo (no lo dude, puede suscribirse en este enlace). Una oferta que este año aparece en un contexto diferente: de la ficción populista protagonizada a diario por Donald Trump (leer aquí en francés los artículos de Mathieu Magnaudeix), pasando por la verticalidad monárquica radicalmente asumida por Emmanuel Macron (leer aquí los artículos de Ellen Salvi), hemos entrado en una nueva era política donde la única verdad es la decretada por el poder (leer aquí el análisis de Christian Salmon en francés). En un contexto de desbordamiento comunicacional, donde las redes sociales de comunicación instantánea se han convertido en autovías abarrotadas y contaminadas, la opacidad gana como una sombra que gradualmente oscurece la inteligibilidad del mundo. 

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Oferta del verano 2018 de Mediapart.

Bajo la apariencia de novedad, la cultura del Antiguo Régimen regresa reforzada. Durante el coloquio internacional sobre la verdad en la era digital, organizado por nuestro décimo aniversario (ver y leer aquí), Roberto Scarpinato, fiscal general de Palermo y especialista incontestable en la lucha contra los crímenes de la mafia, recordó que « el secreto y la mentira son incompatibles con la democracia »: « La diferencia entre democracia y autocracia –remarcó-, reside en la relación que mantienen con el secreto. La democracia es el gobierno del poder visible: el gobierno público en público. En la autocracia, el secreto es la regla, mientras que en democracia el secreto es la excepción, cuando la razón del Estado lo exige, e incluso en este caso deber ser controlado por el poder visible ».

Los expeditivos mensajes en Twitter de Donald Trump o los vídeos virales de Emmanuel Macron (leer aquí el tema de Dan Israel, en francés) no son instrumentos de comunicación, sino armas de disimulación. Esconden mintiendo, disimulan valiéndose de las caricaturas. Son versiones modernas, recicladas por los cinismos arrogantes de una época comercial y venal, de los consejos que daba el cardenal Mazarin a Luis XIV: « El trono se conquista con las espadas y los cañones, pero se conserva con los dogmas y las supersticiones ». O, incluso mejor, de la figura intelectual del conservadurismo reaccionario frente a los ideales igualitarios de la Revolución Francesa, Joseph de Maistre, que teorizó con presciencia: « Si la multitud gobernada puede creerse igual al pequeño número que gobierna, no hay más gobierno. El poder deber estar fuera del alcance de la comprensión de la multitud gobernada. La autoridad deber mantenerse constantemente por encima de todo juicio crítico a través de los instrumentos psicológicos de la religión, del patriotismo, de la tradición y de los prejuicios.»

« La ofensa a la verdad se encuentra en el origen de la catástrofe », escribía Roberto Scarpinato en su obra Il retorno del Principe (ver aquí). Frente a estos poderosos que, proclamándose por encima del resto de los mortales, se encierran en una fortaleza de secretos cuyos cimientos no son más que la mentira, la verdad es un campo de batalla. Esta verdad de hecho que, al no revelar opiniones, es inmensamente frágil, sin la fuerza de las convicciones y sin el peso de los prejuicios. Esta verdad que procede de la razón por la deducción, la comparación, la investigación, la verificación, la precisión. En definitiva, esta verdad que resulta de la investigación. Detrás de esta palabra de apariencia simple, hay un trabajo paciente, minucioso y complejo, esencialmente colectivo, donde la verdad se produce, se descubre, se encuentra, nace, se desentierra…

Hacer visible lo que los poderes querrían mantener invisible: este es el trabajo de todo el equipo de Mediapart, en el epicentro de su identidad, forjada junto a nuestro compromiso profesional y a nuestros ideales democráticos. Como Robin Hood, recuperamos los secretos ilegítimos de los poderosos para cedérselos a los ciudadanos y ciudadanas que tienen derecho a ellos. Pues nosotros servimos a un derecho fundamental más esencial que el derecho a voto: el derecho a saber. Si yo voto sin saber, sin conocer rigurosamente y fielmente aquello que me concierne, votaré a ciegas, concediendo mi voto a mi peor enemigo o a mi peor desgracia.

Sin nuestro periódico, nunca habrían escuchado hablar del affaire libio, el inmenso escándalo de corrupción de una democracia en relación con una dictadura -en el marco de esta investigación, Nicolas Sarkozy, ex presidente de la República, ha sido imputado en tres ocasiones-, un caso que Mediapart defendió en solitario frente al escepticismo de otros medios de comunicación. Sin Mediapart, tampoco habría existido el affaire Cahuzac durante la presidencia de François Hollande, un caso emblemático de evasión fiscal; ni tampoco existiría la Fiscalía Financiera o la Alta Autoridad por la Transparencia de la Vida Pública, instituciones creadas tras el efecto provocado por nuestras revelaciones. Sin Mediapart y la investigación de Martine Orange, tampoco existiría el affaire Kohler, el caso de conflicto de intereses que concierne a las más altas esferas del poder y que es un ejemplo emblemático de la sumisión del interés público a los intereses privados que encarna Emmanuel Macron. Sin Mediapart y el trabajo de Marine Turchi, tampoco conoceríamos la realidad de la extrema derecha, tanto sobre la vida interna del Frente Nacional como sobre sus prácticas financieras.

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El número 10 de nuestra revista Revue du Crieur, en venta en librerías y puntos Relay.

A todas estas investigaciones es necesario añadir las revelaciones sobre las cuentas de campaña de todos los candidatos a las elecciones presidenciales que fueron posibles gracias a la obstinación de Mediapart y el trabajo de Mathilde Mathieu: nuestros procedimientos, ante la Comisión de Acceso a los Documentos Administrativos (CADA), y ante la justicia administrativa, obligaron eventualmente a la Comisión Nacional de Cuentas de Campaña y de Financiación Política a permitir el acceso a los periodistas a estas informaciones. La lista está lejos de ser exhaustiva ya que la cultura de la investigación anima todas las secciones de Mediapart y todas nuestras áreas de curiosidad, desde el dinero en el mundo del deporte hasta la violencia de género, pasando por el sufrimiento en el trabajo o la catástrofe ecológica provocada por la industria, sin olvidar la cultura y las ideas a las que se consagra nuestra revista Le Crieur, ni, por supuesto, el pozo sin fondo de los arreglos económicos y las especulaciones financieras donde, con demasiada frecuencia, se desvía el dinero de las naciones.

Dedicado a la información general de interés público, ya sea nacional o internacional, este periódico inédito, tanto por su ambición editorial como por su soporte tecnológico, no tiene otro objetivo que dar sentido y vida a una vieja promesa, todavía actual. Data de 1789, al borde de la Revolución Antimonárquica que fundó la República Francesa. El primer presidente de la Asamblea Nacional, y primer alcalde de París, Jean Sylvain Bailly (1736-1793) contaba con una fórmula de una modernidad formidable: « La publicidad de la vida política es la salvaguardia del pueblo.» Dicho de otra manera, la democracia exige un poder visible que informe, rinda y pague sus cuentas... El bonapartismo cesarista que, a la estela de la reacción termidoriana, salvará el principio monárquico, principio apolillado que será heredado por nuestro presidencialismo, nos ha hecho olvidar hasta qué punto esta exigencia fue popular en el pasado. En 1792, los ujieres del Ayuntamiento de París lo blasonaron en escudos de metal, añadiendo la palabra « responsabilidad­­ » a la de « publicidad ».

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Insignia de los alguaciles del Ayuntamiento de París en 1792.

Una ciudad en Europa es testigo de esta democracia perdurable, más que nunca actual. Se encuentra en Bélgica, al este, en un punto geográfico que no está lejos de Alemania, ni de los Países Bajos, ni de Luxemburgo, ni de Francia. Ciudad valona y, por lo tanto, francófona, Verviers también fue francófila. En 1830, cuando Bélgica se constituyó como Estado-Nación, la ciudad adoptó un lema que todavía se encuentra en el frontón de su ayuntamiento: « Publicidad, salvaguarda del pueblo ». La fórmula de Bailly ha sido olvidada en Francia, mientras que es emblemática en esta ciudad belga, que fue una de las más ricas durante la Primera Revolución Industrial, gracias a su industria de lana. Sin duda, esta elección hace eco a los Tres Gloriosos de julio de 1830, que la columna erigida en el centro de la Plaza de la Bastilla en París todavía conmemora: una revuelta popular por la libertad de decir y el derecho a saber, en contra de las órdenes liberticidas de Carlos X cuyos avatares contemporáneos toman forma con las recientes leyes sobre el secreto de los affaires y sobre las informaciones falsas (leer el artículo en francés de Laurent Mauduit).

Se trata obviamente de una pura coincidencia, pero es uno de esos azares objetivos algo mágicos que alaban los escritores y poetas surrealistas, donde la realidad hace resurgir un imaginario inesperado, vigorizante y estimulante: desde 2016, el municipio de Verviers, ciudad desgastada hoy por la crisis económica y social, ha elegido las palabras de Mediapart para dar color a sus paredes y, a través de ellas, a su vida en común. Sin buscarlo, uno de nuestros manifiestos, Dire nous (Decir nosotros), ha inspirado cinco grandes murales, el último de los cuales acaba de ser inaugurado (ver aquí y aquí). Es una iniciativa de uno de los concejales socialistas, Malik Ben Achour, con el apoyo de asociaciones y educadores con el objetivo de reivindicar un « nosotros » lejos de la exclusión o la crispación, el miedo o el odio, y cercano a las causas comunes, en la búsqueda de la igualdad de derechos sin distinción de origen, condición, apariencia, credo, sexo, género, etc.

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El quinto fresco "Decir nosotros" de Verviers.

Deber de investigar, valor para revelar: un periodismo al servicio del interés público también construye una base común donde encontramos esperanza y confianza. Goliat nunca ha sido eterno y siempre habrá un David para vencerlo, encontrando su fuerza en los ideales de justicia y fraternidad. Desde la « salvaguardia del pueblo » de Bailly hasta el « decir nosotros » de Mediapart, se despliega el horizonte de una resistencia a la fatalidad y la catástrofe. Si pedimos vuestro apoyo, abonándose a nuestro periódico, o volviendo a suscribirse, es con este espíritu: detener la catástrofe, impedir lo peor, obstaculizar lo impensable. Porque tenemos la debilidad de creer que, en este mundo imprevisible donde los que nos dirigen corren hacia el abismo, la información es un arma tan eficaz como pacífica.

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Los frescos "Decir nosotros" de Verviers.

Traducción y edición española: Irene Casado Sánchez.